Hoy es el Día mundial de la lucha contra la depresión, y tengo el honor de que Women´s Health (artículo de Irene Sierra) me recomienden, junto a grandes compañeras de profesión, como psicóloga para el abordaje de la misma.

Captura artículo Women´s Health

Dejo aquí el enlace al artículo:

8 psicólogas a las que seguir en Instagram en el Día Mundial de la lucha contra la depresión

 

La inadecuada concepción, y por tanto, intervención en lo que se conoce como depresión y que tanto nos afecta (en una mayor proporción a mujeres) ha derivado en que esta misma se cronifique y se estigmatice a aquellas personas que se han visto afectadas. Decía Celia Amorós, «si conceptualizamos mal, politizamos mal». A lo que yo añadiría desde el campo de la psicología: y analizamos e intervenimos mal, claro.

Para mí, y mirando a la depresión desde una perspectiva puramente conductual, esta es más bien un estado situacional. Sería entonces más correcto entendernos si habláramos de <<estado

depresivo>>, así como de <<personas que atraviesan estados depresivos>>. Las personas somos en función de las condiciones en las que nos toca desenvolvernos y nos afectan directamente, nuestro contexto.

Y en estos tiempos de pandemia, pérdida, cambios, precariedad, aislamiento social…  nuestro contexto puede ser para muchas tremendamente duro. Vulnerándonos así, debido a las circunstancias, que además llevan de manera prolongada en el tiempo manteniéndose estáticas y así de limitantes. Esto explica el impacto a largo plazo sobre nosotras y sus consecuencias psicológicas. Desesperanza, apatía, soledad, desgana, pena, … son algunas de ellas. Y cómo no. Es estar deprivadas, alejadas de todo aquello que nos refuerza, que nos da energía, ilusión, poder, satisfacción, seguridad. Lo que yo llamo básicos para la vida, imprescindibles para el bienestar de todas.

Las mujeres que históricamente, también en estos momentos, son las que se han visto empujadas a sostener los cuidados a nivel social, son las que ocupan también muchos de los trabajos más precarizados y/o no reconocidos como limpieza y labores domésticas, ayuda a personas en situación de dependencia,… y que a su vez viven en su propia piel las consecuencias de ser mujer en una sociedad patriarcal, como puede ser la violencia de género, la brecha salarial, … Este es concretamente el contexto de las mujeres, y por tanto, el impacto que tiene en ellas es de diferente magnitud y naturaleza.

Es lo que otras profesionales, como la Asociación de Mujeres para la Salud, antes han estudiado y nombrado como `depresión de género´, y que hace referencia al tremendo impacto que tienen sobre la salud psicológica de las mujeres (y a veces salud física también) los factores sociales y diferenciales de género previamente citados, además de los propios individuales.

«Aceptar que vivimos en una sociedad que es hostil con las mujeres y permisiva con la violencia que los hombres ejercen sobre ellas es otro de los aprendizajes de género que las mujeres asumen e integran en su identidad. Es una de las formas, la más drástica, de inculcar que la mujer es de segunda categoría que no vale lo mismo». (`La psicoterapia de equidad feminista, AMS).

Entender la depresión desde una perspectiva contextual / conductual no altera  su gravedad e importancia, sino que señala su naturaleza y dónde se encuentra el foco del problema, que nada tiene que ver con la capacidad o valía de la persona, más allá de ser susceptible de ser ayudada y de ejercer cambios como lo es cualquier ser humano, sino con sus circunstancias aversivas. Es en estas en las que nos tocará poner la lupa a las profesionales y trabajar desde ahí junto con la persona si queremos poder ofrecer una ayuda digna y de calidad. 

 

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