Tienes 25 y empiezas a sentirte cada vez más cansada y triste, te dicen que “el cansancio es normal”, pero tú no ves normal ese cansancio que hace que no puedas salir de la cama por las mañanas a menos que te obligues durante media hora a hacerlo. Vuelves a escuchar “es una mala racha”, “todos estamos cansados”, así que vuelves a coger fuerza y a cruzar otro chaparrón. Entre chaparrón y chaparrón te diagnostican depresión, te dices a ti misma “es normal, estás en una mala racha”. Pero en el fondo sabes que algo más va mal, que ya no eres la misma. Unos años después, tras ir cayendo estrepitosamente ya no puedes apenas levantarte de la cama, te diagnostican Hipotiroidismo de Hashimoto. 

 

Tienes 15 años y te viene la regla de manera completamente desajustada, “algo no va bien”. A los 16, tras llevar meses de sangrados que te llevan a estados de anemia y mucha debilidad física (y sus situaciones limitantes para la vida), te diagnostican Síndrome de Ovario Poliquístico y te pautan la píldora como tratamiento, sin mucha más explicación. A los 19, después de tiempo sintiéndote siempre cansada, triste, helada (y más paralizada por ello) y, por si fuera poco, escuchando los comentarios de reproche de otros como “¡es que siempre estás así…!”, te diagnostican Hipotiroidismo. En una consulta de 5 minutos. “Tómate esta pastillita. Es para toda la vida. Y eso es todo, así de simple”. A los meses te suben la dosis. Los siguientes un poco más aún. Y escuchas otra vez, “es lo que hay, cariño”. 

 

La mayoría de personas (o habría que decir mujeres, pues por cada 50 mujeres afectadas hay un hombre que lo padece) con problemas de tiroides tardan en torno a 10 años en ser diagnosticadas. Y es que los síntomas de esta enfermedad son muy difusos. ¿Quién no se ha sentido cansada, con frío o niebla mental en algún momento de su vida?

Además, a menudo cuesta establecer relación entre ellos pues afectan de manera diversa. A procesos como la menstruación, digestión,… al estado de la piel y pelo, también nuestro estado psicológico, etc. Algunos de los síntomas hacen que te sientas más lenta, física y psicológicamente, que te quedes «sin pilas» más rápidamente, sufras dolores, malestar general o depresión. 

Además de la sintomatología tan difusa, otro de los problemas con los que se encuentran muchas de las mujeres que acuden a consulta, es que los síntomas suelen ser fácilmente confundibles con problemas psicológicos como puede ser la ansiedad o depresión. Así que en muchas ocasiones se le tiende a otorgar una etiología psicológica sin hacer un buen análisis de sus causas. Pero la carrera de obstáculos no acaba aquí. Actualmente los parámetros de las analíticas que se utilizan para medir el funcionamiento de la glándula tiroidea en los laboratorios están desactualizados y son mucho más amplios de lo que deberían, por lo que los síntomas pueden encajar con la enfermedad pero nuestro médico/a puede negarse a proporcionar el tratamiento necesario si los datos clínicos no son especialmente alarmantes. Una odisea

Todos estos malestares y trabas médicas se comparten a menudo con otras «enfermedades de mujeres» (esas que las mujeres padecen en mayor medida) como la fibromialgia, que afecta en un 92% de los casos a mujeres, y que genera agotamiento “como cuando está empezando una gripe” y dolores crónicos. O la endometriosis que afecta a un 5% de la población y provoca un dolor que puede llegar a ser incapacitante, síndrome premenstrual acusado, o problemas digestivos entre otros. El tiempo medio para diagnosticar estas enfermedades también es de una media de 9 años. 

Si hubiera una palabra que pudiera definir estas enfermedades sería la de incomprensión. A menudo las mujeres nos encontramos solas, los que nos rodean en muchas ocasiones no nos entienden y los profesionales de la medicina, que se suponen que son los que podrían ayudar en estos casos, nos dan a entender generalmente que estamos exagerando y lo que necesitamos es ayuda psicológica. Lo que todas estas enfermedades tienen en común, además de que afectan principalmente a mujeres, es que los síntomas que presentan dañan directamente la calidad de vida pero no paralizan, por lo que se puede seguir siendo más o menos «productiva» y llevando una vida aparentemente «normal», aunque por dentro estemos gritando en silencio, algo en lo que las mujeres somos expertas. 

Aquí cabe preguntarse: ¿por qué no hay más investigación al respecto?, ¿Por qué hoy en día las mujeres nos encontramos con profesionales de la salud que abordan nuestra problemática desde una desactualización total de la misma?,

¿Por qué no importa(mos) tanto para la medicina?

Lo que pasa dentro de la medicina, al igual que otras disciplinas, no es más que un espejo de lo que pasa en nuestra sociedad patriarcal. Las enfermedades de las mujeres, así como todas aquellas circunstancias y eventos que las afectan directa y exclusivamente a ellas, han sido y son generalmente desplazadas del punto de mira, colocadas en segundo plano y tristemente banalizadas. La Dra Carmen Valls Llobet, especializada en endocrinología y autora del libro Mujeres invisibles para la medicina, señala la necesidad de llevar a cabo investigaciones teniendo en cuenta las diferencias biológicas y de género como base para poder hacer un diagnóstico y tratamiento diferencial, como ella señala: “hay enfermedades que pasan de forma distinta en mujeres que en hombres, además las mujeres suelen tener más enfermedades crónicas y el hombre plantea más problemas agudos”.

Como se ha descrito anteriormente, no operar con perspectiva de género, desde la ciencia de diferencia y un modelo integral de salud tiene graves consecuencias sobre la misma en la medida en la que los tratamientos no son lo suficientemente efectivos para las mujeres, conllevan multitud de efectos secundarios siendo tremendamente agresivos, o se reducen a ser abordajes de tipo farmacológicos exclusivamente pudiendo ser también (o en su lugar, en muchos casos) de otra naturaleza.

También, e inevitablemente, esto tiene un impacto negativo en nuestra salud psicológica, empezando por el trato en consulta (no recibiendo la atención que las circunstancias merecen, ni la información pertinente y actualizada del problema en cuestión, sí recibiendo invalidación, en muchos casos, hacia nuestras experiencias de malestar,…) seguido de las consecuencias propias de convivir con este tipo de problema (frustración, desesperanza, angustia, apatía,…). En resumen, todo lo que emerge en cualquier ser humano derivado de convivir con un problema de salud que a su vez es abordado desde un enfoque patriarcal y tratamientos que pueden resultar en muchos casos ineficaces o de acción limitada. 

 

El abandono de las mujeres en lo que a su salud se refiere, un tipo más de violencia machista en el ámbito médico. Puede tener consecuencias en nosotras como el desarrollo de estados depresivos, ansiógenos,… que afecten de manera completa a nuestra vida, relaciones (también con nosotras mismas) y nuestra percepción de capacidad para lidiar con múltiples aspectos de nuestras vidas.

 

No es casualidad que en la actualidad las investigaciones más punteras, y que señalan cuestiones verdaderamente novedosas y relevantes en torno al hipotiroidismo, (en la medida en la que impactan directamente en el bienestar de las mujeres) son llevadas a cabo también por mujeres. Muchas de ellas también afectadas por la misma afección (un ejemplo de ello, entre varios, es Montse Reus, creadora del Método Reshape para Hipotiroidismo). Hoy, gracias ellas, entendemos no solo mejor el funcionamiento de nuestro cuerpo, sino cuestiones tan técnicas como importantes como: los valores concretos útiles a conocer en las analíticas de sangre (en muchos casos no pedidos por los profesionales), la importancia de llevar a cabo ciertos hábitos en relación a la alimentación, descanso, ejercicio… no necesariamente intuitivos, sino resaltados a la luz de los hallazgos en investigación.   

Por último, mencionar la importancia del cuidado de la salud psicológica. A menudo tendemos a percibir y entender de manera totalmente separada nuestra biología de nuestra conducta, nuestra psicología. Cuando la realidad es que se encuentran en constante interacción y esta diferenciación es completamente artificial. De la misma forma que sabemos que nuestro problema o malestar psicológico puede afectar a nuestro organismo (como por ejemplo en cuadros de ansiedad pueden aparecer dermatitis, caída del cabello, problemas estomacales,…) también ocurre que ante una enfermedad o afección de nuestro organismo esta interacciona e impacta en nuestro estado psicológico (sin que esto suponga que entonces el problema cambie de naturaleza). Por ello destacamos la importancia del acompañamiento y ayuda psicológica, en caso de que fuera necesaria, de cara ayudar a la mujer a integrar esta nueva realidad en su vida y todos los cambios que puedan favorecer un mejor estado de salud. 

 

Nosotras también hemos «estado ahí» (como dice la canción de Zahara), en la consulta del médico escuchando que éramos unas exageradas.

Pero nada más lejos de la realidad.

 

 

Noelia Rute y Sara Villoria (Psicología Riot).

(Noelia Rute Vega es maestra de Audición y Lenguaje y curiosa de la vida. La podéis encontrar en @alconciencia (IG) hablando de educación basada en evidencia científica y en @nonina_6 hablando de la vida. )

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