El delicado equilibrio entre valores y poder.

El evidente deterioro de nuestro planeta en términos globales ya es difícil de esconder. En parte gracias al trabajo de multitud de activistas que dedican su tiempo y energía a diario a tratar de que el mundo reaccione. También, tristemente, a que las consecuencias de este impacto son devastadoras y palpables ya por todas nosotras. 

En contraposición, nuestra sociedad parece que avanza en otra dirección que le interesa más. Vivimos en la era del marketing, el consumo, la expansión y las empresas. Quien más y quien menos se ha visto aprendiendo de todo este conocimiento para poder seguir el ritmo, para competir. O para salir a flote. Ofrece más, vende más. Produce y compra. Para mí, y a modo de imagen, es “apurar el planeta” sacudiéndolo como si fuera un bote de ketchup a punto de acabar.

De tal modo que es cuestión de tiempo llegar a ese punto sensible en el que se tiene que elegir si hay líneas rojas para ello. Hasta qué punto se van a comprometer los valores ético-sociales, por el impulso de seguir en la ola del capitalismo y su consumo.

¿Por dónde no vamos a pasar?, pienso que sería la pregunta.

 

Green Washing

Así como multitud de marcas (empresas de alimentación, transporte, energía, textiles,…), de las cuales muchas llevan fabricando sus productos a costa de la explotación de miles de recursos medioambientales, de personas, animales,… se han subido al carro de esto a través de lo que hoy conocemos como `greenwashing´, es decir, estrategias que lejos de ser lo que aparentan (un giro total en su hacer para acercarse a un modelo más sostenible) tan solo son formas vacías o insuficientes respecto a los compromisos que deben asumir. 

“Greenpeace redefinió este concepto como una situación en la que «compañías multinacionales conservan y expanden sus mercados actuando como amigas del medio ambiente y líderes en el esfuerzo para erradicar la pobreza», cuenta el artículo de El Diario.es: `El lavado verde de imagen: historia del ‘greenwashing’´.  

¿Todo esto para qué? porque atendiendo a nuestro contexto actual, donde la importancia de nuestro medio ambiente, nuestra sociedad, salud, y sus múltiples interrelaciones se ponen de relieve de manera imperiosa, ya no quedan “tan bien vistas” determinadas prácticas y sus empresas pueden, no solo ser sancionadas por leyes que las regulen (aunque aún andamos despacio), sino que puede traducirse en sanción por parte de los propios clientes a la hora de consumir.

Pero esto no es todo. También ocurre lo mismo con la causa feminista.

 

Purple Washing

El ya conocido purple washing, término acuñado por Brigitte Vasallo, lo llevan a cabo multitud de personas, eventos y organizaciones que, lejos de llevar a cabo una labor de reflexión y acción feminista tan solo buscan dar una imagen de compromiso con la igualdad de género, refugiarse bajo ese, tan solo aparente, “paraguas morado” mientras siguen perpetuando la desigualdad ya conocida. También ocurre lo mismo con la comunidad LGTBI+ y otras causas sociales.

Que estos mecanismos se lleven a cabo es peligroso en la medida en la que son maneras de opresión mucho más sibilinas y complicadas de detectar, y por tanto, de señalar. Vamos, eso que toda la vida hemos llamado manipulación. Son acciones que se llevan a cabo para su propio beneficio, que enmascaran su verdadera función, a la par que se explicitan otras que no llegan a materializarse o ser.

 

Observa y verás

Si hacemos el ejercicio de observar a nuestro alrededor podemos ver que está en todas partes: en foros profesionales y espacios de diálogo donde, y solo aparentemente, cabe todo el mundo y, sin embargo, solo se refuerzan las opiniones de unos (en muchas ocasiones, hombres) o se limita el acceso bajo otros criterios “adoptados casualmente para la ocasión”. También en la programación de cualquier gran evento (como los carteles de festivales de música donde la mayoría de los participantes son hombres y se ensalza el nombre de alguna mujer para demostrar que cuentan con mujeres).

 

Otro ejemplo podría ser casi todo lo que ocurre un 8 de Marzo (que todas las empresas se cuelgan las medallas -moradas-  e invitan a mujeres a participar en charlas y propuestas, a veces no remuneradas, y no se acuerdan de ellas el resto del año). También proyectos en principio feministas y dirigidos a mujeres pero que son gestionados y dirigidos únicamente por hombres. Empresas de moda textil que sacan prendas con mensajes feministas y por otro lado explotan a mujeres y niños para producirlas… y un larguísimo y bochornoso etcétera.

 

 

Consecuencias y peligros del purple washing

Hacer purple washing refuerza la vulnerabilidad de los oprimidos. Para mí, fundamentalmente, son maneras que se “incrustan” en nuestro contexto por su dificultad de ser señaladas, y que mantienen la jerarquías sociales y estructuras de poder.  

Esto cala de lleno en nosotras, por supuesto. Y es que desenvolverse en esos contextos tan engañosos, con “techo” y trabas invisibles dadas las circunstancias que los conforman,  puede no solo ser tremendamente frustrante y complicado sino que pueden ser fuentes de malestar y sufrimiento en la medida que las personas afectadas, en este caso las mujeres, cuestionen su propia capacidad y valía, así como la desesperanza de que «este» sea todo el cambio al que pueden aspirar. Es decir, perpetúa la opresión que venimos identificando y enfrentado toda nuestra historia.

Esto NO es justificable y necesitamos cambios reales, acciones que cumplan con la función que dicen tener.

El ecofeminismo ya nos habla de esto. Alicia Puleo, representante del ecofeminismo en España, nos cuenta que “tanto el feminismo como el ecologismo se plantean una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad, no en el sentido de simple acumulación alienada de más objetos de consumo, sino de desarrollo de las capacidades de las personas. Ambos tienen una visión del mundo menos jerarquizada, con profundos cambios en la vivencia de la cotidianeidad”.

 

Tal vez por ese camino nos encontremos mucho más próximas a generar vías liberadoras por las que poder seguir avanzando.